domingo, 13 de junio de 2010

Música en el metro

Era una mañana fría de enero, no son aún las 8:00 A.M. Un músico en la entrada del metro "L'Enfant Plaza" en Washington D.C. toca música de violín durante 45 minutos. Bach, Manuel Ponce, Schubert, Massenet…
Hora punta, una audiencia de más de mil personas, casi todos camino a sus trabajos.
Un hombre de avanzada edad reparó en el músico. Aminoró su paso, se paró por unos segundos y emprendió de nuevo el paso. Un minuto más tarde el músico recibió su primer dólar: sin parar, una mujer lanzó un billete en la caja del violín. Unos minutos más tarde, un individuo se paró unos instantes a escuchar, pero al mirar su reloj empezó de nuevo rápidamente a andar…
El que prestó mayor atención fue un pequeño de unos 3 años, que se paró justo delante de él. Su madre le tiró, pero el pequeño seguía escuchando al violinista. Finalmente, lo cogió fuertemente y siguieron andando. El pequeño, siguió mirando al músico, mientras andaba, con la cabeza vuelta.
Durante los 45 minutos que el músico tocó, tan solo 7 personas pararon para escucharlo brevemente y logró reunir 32 dólares.

Nadie reparó cuando el músico dejó de tocar. Nadie aplaudió, nadie reconoció su talento.
Joshua Bell uno de los mejores músicos del mundo, era el violinista de la entrada del metro. Durante esos 45 minutos tocó unas de las más difíciles partituras que jamás se han escrito, y todo ello con un Stradivarius del año 1713 valorado en 3,5 millones de dólares. De hecho, ya no quedaban entradas, cercanas a los 100 dólares, para el concierto de Bell en el teatro de Boston.
Esta actuación de Joshua Bell en la estación de metro, fue organizada por “Washington Post”  para investigar la percepción, el gusto y las prioridades de la gente.
¿Podemos en un ambiente cotidiano, a una hora inusual, apreciar belleza? ¿Nos pararíamos para apreciarla? ¿Podemos reconocer talento en un contexto inusual?
Si no tomamos el tiempo para parar y escuchar cuando uno de los mejores músicos del mundo está tocando una de las más bellas partituras, ¿cuántas otras cosas extraordinarias nos estamos perdiendo al no saber apreciarlas?
Hay que ser como un niño para descubrir la belleza…

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